Tiempo

Tic-tac, nuestro cerebro balancea la sonoridad del tiempo. Siempre un primer momento, tic, seguido de otro, tac, y volver al primer paso.
El reloj hace un solo ruido, un chasquido que se repite igual, 60 veces por minuto. Pero escucho tic-tac, como un rompecabezas para la memoria, con fichas tic y tac mezclándose sobre una mesa.
Anoche soñé con vos, los dos desnudos en la cama. Sin abrir los ojos calculaba por el calor de tu cuerpo cuán lejos estabas de mí. 5 centímetros, tal vez 6. Tu calor me envolvía suavemente, lentamente me atraías hacia tu pecho.
Vos solo me abrazas en sueños.
Cuando tu cuerpo deja de lado la vigilia por completo, sé que te estoy soñando. Porque en la vida real tu cuerpo nunca duerme, tus pensamientos tampoco, sin embargo tus emociones no suelen salir seguido de su sueño profundo.
Una vez me dijiste que cogías así porque te podías morir ahora, o dentro de un rato.
Así vivís, pendiente de todo y consciente de tu mortandad.
Tu mirada busca las entradas y las salidas posibles y entonces sí, te sentás en el mejor lugar; caminas con el tránsito de frente mirando cada tanto sobre tu hombro izquierdo, por si acaso.
Reconoces caras amigas, lejanas en el tiempo, cercanas en vivencias, pero no sabes sus nombres de todos los días.
Si te preguntan no sabés, no conocés y no te acordás, pero sabés, reconocés y recordás todo. Pero es muy duro vivir con eso.
Por eso te miro dormir después de coger como si fuera el último momento de vida, porque en tu cara relajada te imagino joven, con tu pelo largo corriendo, saltando, agazapado, escondido. Incluso en esa cara joven puedo ver las huellas del tiempo, esas que no son arrugas, sino profundos surcos.
Somos una sucesión de tiempo, que atraviesa nuestro cuerpo y nuestro ser. Pero vos sos una desaparición forzada de tics y tacs. Por eso cuando quiero abrazarte, te sueño.
Y escucho el reloj… tic-tac

Por Lilian Alba

Comparte