El 25 de enero de 1997 fue asesinado el fotógrafo José Luis Cabezas en la localidad bonaerense de Pinamar, el hecho fue perpetrado por una banda vinculada a Alfredo Yabrán, propietario de la empresa postal OCA. La muerte de Cabezas conmocionó a la opinión pública de Argentina, que ya se vislumbraba en su ocaso de los ´90 y comenzaba a hacer vaivén en la disputa política entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde.
Un año antes de su asesinato, Cabezas había logrado fotografiar al enigmático empresario propietario de la empresa OCA, durante la cobertura de verano que realizaba junto al periodista Gabriel Michi para Noticias. «Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente. Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía», era la frase que por entonces se le atribuía al dueño del emporio postal.
A 25 años del crimen, Michi no duda sobre el efecto que causó aquella captura de Cabezas. «Con su foto, José Luis logró ponerle rostro al personaje más oscuro y poderoso de los años ’90. Con esa foto reveló muchos de los secretos que el poder no quería que salieran a la luz», señaló a Télam.
El crimen del fotógrafo de la revista Noticias que consiguió la imagen del empresario Alfredo Yabrán se produjo en la frontera entre el apogeo y la caída del menemismo, pero con un peronismo que aún se creía invencible a pesar de que los datos duros de la economía registraban un 28% de pobreza y un 17,9% de desempleo.
La interna para suceder a Carlos Saúl Menem ardía, con el exministro de Economía, Domingo Cavallo; y el gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, como firmes candidatos dispuestos a dar la pelea para reemplazar al riojano. La disputa entre el presidente y el gobernador, quien dijo que con el asesinato de Cabezas le habían «tirado un muerto» para trabar su postulación a la presidencia, se profundizó con el avance de la investigación por el asesinato.
Duhalde consideraba que Yabrán era «sospechoso» del crimen de Cabezas, Menem sostenía en cambio que se trataba de «sólo un empresario más».
Dentro del Gobierno no se daba importancia a las múltiples evidencias de que el modelo de Convertibilidad ya empezaba a mostrar sus límites ni a que los números exhibían un deterioro social que iba a crecer en los años posteriores. No por nada en 1998 una de las tiras más exitosas de la televisión abierta se llamó «Gasoleros».
Después de la publicación de la foto de Yabrán, el fotógrafo y su pareja, Cristina Robledo, comenzaron a recibir amenazas telefónicas y un año después, un funcionario cercano a la gestión del entonces intendente de Pinamar, Blas Altieri, le confió a Cabezas que «gente de Yabrán» había indagado sobre la dirección donde se alojaría durante la cobertura de la temporada.
Un mes antes del crimen, el policía de la bonaerense Gustavo Prellezo, condenado como uno de los autores materiales del hecho, se reunió con Yabrán en Buenos Aires, en las oficinas que el empresario tenía en Carlos Pellegrini al 1100.
En esa reunión, ´Don Alfredo´ le confió que quería «pasar un verano tranquilo sin fotógrafos ni periodistas», según lo que el oficial declaró luego ante la Justicia.
Michi asegura que el objetivo «de máxima» que tenían ese verano él y Cabezas era entrevistar a Yabrán.
En ese marco, el 24 de enero de 1997 ambos concurrieron a una fiesta que ofreció en su casa de Pinamar el empresario Oscar Andreani, donde llegaron en un Ford Fiesta de color blanco.
A las 4 de la madrugada el periodista se retiró y el fotógrafo lo hizo una hora después, en el vehículo en el que se desplazaban.
A la mañana siguiente, el cuerpo de Cabezas apareció adentro del Ford Fiesta quemado con alcohol metílico, en una cava de las afueras de Pinamar. El cadáver tenía sus manos esposadas y dos proyectiles de un arma calibre 32 alojados en la cavidad craneana.
Tras permanecer algunos días en condición de prófugo, el empresario postal se suicidó en un campo de su propiedad ubicado en Entre Ríos, donde permanecía oculto.
Prellezo, quien estaba al servicio de Yabrán, y un grupo de delincuentes conocidos como «Los Horneros», fue quien encabezó la autoría material del crimen. El expolicía bonaerense fue condenado a reclusión perpetua en febrero de 2002, pero sólo pasó tras las rejas 13 años pese a que la sentencia fue ratificada en las máximas instancias judiciales de la provincia y del país.
Actualmente, permanece en libertad condicional desde diciembre de 2017 y desde 2010 en su vivienda bajo el régimen de prisión domiciliaria. Se recibió en la cárcel de abogado y escribano e intentó obtener una matrícula, pero ante una denuncia presentada por la familia Cabezas, el Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados la Capital Federal resolvió excluirlo en noviembre de 2020.
Los otros condenados por el asesinato fueron el expolicía Aníbal Luna (condenado a prisión perpetua y en libertad condicional desde 2017); el exjefe de Seguridad de Yabrán, Gregorio Ríos (condenado a perpetua como instigador del hecho y en libertad condicional desde 2008); y el comisario Mario «La Liebre» Gómez (condenado por liberar la zona en la que ocurrió el crimen, recuperó la libertad en 2006 tras una decisión de la Cámara de Casación bonaerense).
Además fue sentenciado el policía Sergio Cammaratta, quien murió en el penal de Dolores en 2015, sindicado por la Justicia como responsable de haberle hecho «un seguimiento» a Cabezas cuando trabajaba en Pinamar en el verano de 1997.
El asesinato del fotógrafo develó vínculos entre el gobierno, políticos y empresarios, y cinco meses después del crimen debió renunciar el entonces ministro de Justicia, Elías Hassan: el funcionario había mantenido más de cien contactos telefónicos con Yabrán, a quien le había otorgado el reparto de la correspondencia de la cartera a su cargo.
La cobertura del caso fue tema excluyente para todos los medios del país y la foto del reportero gráfico acompañada con la leyenda «No se olviden de Cabezas» se convirtió en un símbolo de la denuncia contra la impunidad que unió en un mismo reclamo a organizaciones gremiales y organismos de derechos humanos.
Más allá de la economía y a pesar de que en 1995 Menem había sido reelecto, el crimen de Cabezas se inscribió en una serie de acontecimientos siniestros, algunos de los ’90 -como los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel, la extraña muerte de Carlos Menem Jr, la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero, por mencionar algunos-, y operó como una frontera, como la gota que rebasó el vaso de la tolerancia de amplios sectores sociales que se expresaron en las urnas en 1999 y consagraron presidente al radical aliancista Fernando de la Rúa.
Fuente y fotos: Télam
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